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viernes, 3 de julio de 2009

Cuento - Primer lugar estatal José Agustín 2009


Las cinco llaves

Un día, jugando a esconderme entre las cosas de mi abuela, en el fondo de un baúl enorme de madera encontré un llavero viejo y herrumbroso. El óxido no impedía apreciar la belleza de cada una de las llaves, cinco en total, todas grabadas con extrañas y rebuscadas formas. Me pregunté a qué suerte de cerraduras podrían pertenecer. En casa de mi abuela nunca había visto cerrojos de este tamaño.
Años después, a la prematura muerte de mi abuela, me enviaron desde España un enorme baúl con las pertenencias heredadas por ella, donde encontré, en el fondo de una de las cajas, debajo de una pila de vestidos de fiesta amarillentos y crinolinas raídas, un pequeño baúl con una enorme cerradura. A pesar de los años transcurridos, de inmediato recordé el llavero, lo había guardado con temor de que mi abuela se diera cuenta de su ausencia y a pellizcos me hiciera confesar mi falta.
Era mi único recuerdo de aquella época feliz que terminó abruptamente con el exilio. Subí a mi habitación. Deposité cuidadosamente el baúl sobre la cama de latón envuelta en la sobrecama de encajes. Siempre traía conmigo el llavero, colgado de un listón dentro del forro de mí abrigo, cual amuleto de buena suerte.
Lo saqué cuidadosamente y escogí una, que me pareció la más adecuada para esa cerradura. Después de varios intentos di con la indicada. Un escalofrío recorrió mi mano cuando di vuelta a la llave.
Al abrirlo, el cofre estaba vacío.
Un sentimiento de decepción me invadió, sin quererlo, derramé las lágrimas que no había podido derramar por la muerte de mi abuela, por no haber podido despedirme de ella.
Cerré de golpe la tapa y di vuelta a la cerradura con tal fuerza que la llave, en vez de dar una, dio dos vueltas, esto me sorprendió pues pensé que tal vez no servía o que la llave no pertenecía al baúl. Pero, por curiosidad lo abrí nuevamente.
Una luz interminable brotaba de su interior. Pronto me vi rodeada de construcciones medievales, de estilo gótico, fortalezas y murallas, pisos cuadriculados, que no obstante la firmeza de sus materiales, parecían disolverse y desvaneciéndose se entremezclaban con las formas de mi habitación.
Pronto todo aquel festival de luces se desvaneció en el aire, dejándome con una sensación de desasosiego. Tal fue mi impresión, que no noté que en el interior del baúl, después de desaparecer las luces, había quedado uno más pequeño, pero con la misma enorme cerradura.
Con las manos temblorosas busqué en el llavero, e introduciendo la llave en aquella boca desconocida, la giré hacia el lado contrario y al abrirlo, nuevamente una fiesta de luces invadió mis ojos, esta vez tomando forma de una inmensa biblioteca donde los libros caían como cascadas, les brotaban alas de las hojas y me regalaban maravillosas visiones de sus obras. De una copa nacía un pequeño chorro de agua que se convertía en el río Orinoco, para que un taxista navegara en su extraño vehículo confeccionado con su saco.
Cuando la luz desapareció, busqué inmediatamente dentro de aquel nuevo cofre y ahí estaba, otro aún más pequeño que el anterior. Esta vez estrellas, cometas, Leónidas, asteroides y lunas saltaron del interior del cofre inundando mis ojos con visiones oníricas. Mujeres de figuras alargadas jugando con estrellas, haciendo Papilla Estelar. Tocando Música Solar.
Sólo quedaban dos llaves sin usar en el llavero. Y ahora un nuevo cofre aparecía dentro del anterior. Tenía en mi memoria todas las vívidas imágenes que acababa de presenciar. Mi corazón bullía por las sensaciones que éstas creaban en mi piel. De repente no supe qué hacer con todo lo que se agolpaba en mi cabeza y en mis manos, por un minuto sentí enloquecer ante los paisajes que ahora poblaban mi cabeza, y sin saber qué haría cuando utilizara la última llave y aquellas visiones no fueran más que recuerdos. Abrí el penúltimo cofre.
Esta vez la luz no irrumpió en mis ojos, ni hubo imágenes surrealistas que extasiaran mis sentidos, dentro del pequeño cofre encontré la respuesta a las preguntas que minutos antes me había planteado ante la zozobra:
Un sencillo pincel descansaba en el fondo de la caja.

Astrid Paola

Pao y Aída Espino

5 comentarios:

  1. Siempre me gustó buscar en las cajas, cajones y armarios viejos, me parecían lugares mágicos donde alguna sorpresa me esperaba sin duda. Ahora me ha gustado mucho lo que tù encontraste, y la forma tan hermosa de compartìrnoslo. Felicidades!

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  2. Muchas gracias Otramarìa. Me alegra que por fin hayas leìdo los cuentos! Ojalà nos toque compartir muchas màs cosas. Gracias nuevamente a Ro por el tiempo que se toma para postear mis cuentos.

    Besos Ro!

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  3. Felicitaciones Pao, por tu primer lugar estatal en el "José Agustín", con este cuento tan lleno de imágenes y símbolos.
    A mi amada Ro, mi reconocimiento permanente por su labor dedicada a mantener siempre actual este su blog y, por no olvidarse de sus amigas y amigos, divulgando la actividad literaria de Acapulco, por parte de la Promotoría Cultural "Aída Espino".

    Enhorabuena a ambas.

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  4. Que bellas palabras querido Anónimo, muchas gracias, me llenan de aliento. Este blog hace su pequeño esfuerzo. A los amigos y compañeros que convierten este puerto de Acapulco en un lugar mejor, mi cariño extensivo para nuestro querido taller.
    Abrazos para Aída Espino y Gustavo Martínez Castellanos, los artífices.

    Los quiero

    Ro

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  5. Pao muchas felicidades por el premio, pero no entendi el final de tu cuento... je, me podrias explicar?

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"Aún una vida feliz no es factible sin una medida de oscuridad, y la palabra felicidad perdería su sentido si no estuviera balanceada con la tristeza. Es mucho mejor tomar las cosas como vienen, con paciencia y ecuanimidad"

〜※Carl Jung※〜