Rescate a la luz de la luna
Durante la madrugada, experimenté una fuerte frustración, los sentimientos de temor y rabia se mezclaron formando una amalgama de densidad casi inaguantable dentro de mi pecho, huí de la habitación y atravesé el salón, descorrí a la pared de cristal y salí al balcón; me recibió la brisa marina que llenó mis pulmones aligerando mi carga. De pie y asiendo con ambas manos del barandal, observé la luna y su plateado reflejo sobre el mar de la bahía. Su mágica presencia me ayudó a conciliar la tormenta emocional que me azotaba como barco a la deriva. Permanecí por algún tiempo con la mente en blanco y la mirada perdida en las miles de lucecitas colgadas de los cerros; ausente de mí, lejana al dolor.
Después de todo esto, me atreví a escribir bajo los efectos del momento, olvidando los conceptos de mi cabeza y vertiendo mi interior sobre el teclado. Creo que además de admitir mi frustración, me sentí agustito por que Ro había vuelto desde el fondo de mi corazón y… lloró conmigo.
Como Perséfone fuí rescatada hacia un campo de dorado trigo manchado de rojas amapolas.
Ahora todo estaba en paz.
Es que la escritura salva, querida Ro.
ResponderEliminarBesos.
Cierto Martikka, la escritura es terapéutica.
ResponderEliminarMi cariño para ti.
Ro