Mientras ella limpiaba sus manos, se inclinó sobre él y le susurró con sarcasmo la sentencia que tantas veces le había escuchado decir…
“No hay secretos en la vida, solo verdades ocultas que yacen bajo la superficie”;
se incorporó y caminó tranquilamente hacia la puerta, se detuvo para mirar como las llamas devoraban los restos del traidor.
Ro
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